VIA CRUCIS 2024:
"En oración con Jesús en el camino de la cruz"
Papa Francisco
Duodécima Estación: Jesús muere encomendándose al Padre y concediéndole el Paraíso al buen ladrón
[Uno de los malhechores crucificados] decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» […]. Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró(Lc 23,42-43.46).
Jesús, ¡un malhechor va al Paraíso! Él se encomienda a ti y tú lo encomiendas contigo al Padre. Dios de lo imposible, que haces santo a un ladrón. Y no sólo eso: en el Calvario cambias el curso de la historia. Conviertes la cruz, que es emblema del tormento, en icono del amor; cambias el muro de la muerte en puente hacia la vida. Transformas la oscuridad en luz, la separación en comunión, el dolor en danza e incluso el sepulcro ―última estación de la vida― en punto de partida de la esperanza. Pero estas transformaciones las realizas con nosotros, nunca sin nosotros. Jesús, acuérdate de mí: esta oración sincera te permitió obrar maravillas en la vida de aquel malhechor. Qué poder inaudito el de la oración. A veces pienso que mi oración no es escuchada, mientras que lo esencial es perseverar, tener constancia, acordarme de decirte: "Jesús, acuérdate de mí". Acuérdate de mí y mi mal ya no será un final, sino un nuevo inicio. Acuérdate, vuelve a ponerme en tu corazón, incluso cuando me aleje, cuando me pierda en la rueda de la vida que gira vertiginosamente. Acuérdate de mí, Jesús, porque ser recordado por ti ―lo demuestra el buen ladrón― es entrar en el Paraíso. Sobre todo, recuérdame, Jesús, que mi oración puede cambiar la historia.
Oremos diciendo: Jesús, acuérdate de mí
Cuando la esperanza desaparece y reina la desilusión
Jesús, acuérdate de mí
Cuando no soy capaz de tomar una decisión
Jesús, acuérdate de mí
Cuando pierdo la confianza en mí o en los demás
Jesús, acuérdate de mí
Cuando pierdo de vista la grandeza de tu amor
Jesús, acuérdate de mí
Cuando creo que mi oración resulta inútil
Jesús, acuérdate de mí